El hijo más fiel de san Josemaría

Anécdotas extraídas del libro "Álvaro del Portillo, un hombre fiel", Javier Medina. Ed. Rialp, Madrid 2012

San Josemaría y Álvaro del Portillo (1972)

El origen de la oración Saxum

1939. Como era costumbre entre los mandos militares en las circunstancias de inmediata postguerra, Álvaro se alojó en la casa de una familia los meses de destino en Olot. La dueña del hogar consideraba que aquel oficial —apuesto, futuro ingeniero de caminos— constituía un “buen partido" para su hija, y quiso fomentar el trato entre los dos. Así que, al final de la jornada, cuando Álvaro llegaba, cansado, a la casa, le esperaban madre e hija, con unas tazas de chocolate preparadas, dispuestas a ofrecerle conversación. En cuanto se dio cuenta de que estaban tramando algo más, decidió abandonar aquel alojamiento; pero, antes de que pudiera hacerlo, la dueña intentó acelerar los acontecimientos y le organizó una encerrona para tratar de que se quedara a solas con su hija.

Al mismo tiempo, en Madrid, de modo sobrenatural, san Josemaría advirtió el peligro moral en que se encontraba ese hijo suyo, y pidió a los que le acompañaban en aquel instante que rezaran con él la oración Memorare de san Bernardo (El “Acordaos"), por una persona que en ese momento lo necesitaba. Inmediatamente, Álvaro salió de aquella casa, frustrando los planes de madre e hija.

Después, el Fundador del Opus Dei dejó reflejado este suceso, sin mencionar al protagonista, en sus libros Camino y Surco: «Hijo: ¡qué bien viviste la Comunión de los Santos, cuando me escribías: “ayer 'sentí' que pedía usted por mí"»; «Comunión de los Santos: bien la experimentó aquel joven ingeniero cuando afirmaba: “Padre, tal día, a tal hora, estaba usted pidiendo por mí"». Más tarde, Álvaro entendió que aquel “Acordaos" le había ayudado a superar la arriesgada situación en que se encontraba, no buscada por su parte.

Desde entonces, ha quedado como costumbre en el Opus Dei rezar diariamente esta plegaria a la Virgen por aquel fiel de la Obra que más lo necesite. No deja de ser significativo el hecho de que san Josemaría se refiriera a ella como “la oración saxum", roca.

1939-1941. Últimos años de estudiante universitario: un orden de precedencias claro.

En 1967, cuando el estado español concedió a don Álvaro la Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort, en reconocimiento a los trabajos jurídicos realizados especialmente al servicio de la Santa Sede, sus compañeros de promoción de Ingenieros de Caminos (julio de 1941) aprovecharon un viaje de Álvaro a Madrid para regalarle la condecoración, en un homenaje sencillo y sincero.

Fue una reunión de amigos, con cierto protocolo. El decano de aquella promoción, Antonio Inglés, tomó la palabra y, después de manifestar asombro porque un ingeniero hubiera recibido un reconocimiento de carácter jurídico de esa categoría, pasó a recordar sus tiempos de estudiante. En un momento de su intervención, comentó: «Tú, Álvaro, en aquellos años, estudiabas Ingeniería de Caminos, hacías viajes los fines de semana a las distintas ciudades de España, para extender la labor de la Obra —y, por eso, algunos lunes, cuando llegabas a clase, agotado del viaje, te dormías—, y además, ayudabas al Padre en el gobierno de la Obra».

El agasajado agradeció esas palabras cariñosas, pero en la réplica puntualizó: «Has dicho algunas exageraciones y una gran verdad, porque yo, en aquellos años, ayudaba al Padre en el gobierno de la Obra, hacía viajes para extender la labor del Opus Dei, y además, estudiaba Ingeniería de Caminos». Este fue en realidad el orden de precedencias al que se atuvo.

Propósitos de un curso de retiro de 1940

«No llevar encima más que la cartera ordenada y una tarjeta donde ponga los recados, etc. que diariamente pasaré a limpio. / Levantarme cuando Isidoro, ducharme, y ½ hora de rodillas, oración (6 ¼ a 6 ¾) y después 10' de lectura del evangelio. / Misa con misal, siempre. / Lectura: 1 ½ a 2 (...) / Oración de la tarde: 5 ½ a 6. (...) Plan inmediato de trabajo: / Profesional, el puente y copiar Chufas[1]. Estudiar por la mañana al volver de la Escuela. / De la Obra, ordenar todos los papeles que quedan (todos). (...) Por las noches cuentas. / De cuentas, hasta el último céntimo / Pedir y dar recibo como todos. / Apuntar desde hoy todos los gastos. / ¡Exámenes! Escribiendo y leyendo al día siguiente. / Siempre hoy y ahora. (...) Repartir responsabilidades y exigir. / No pensar en mí. / Leer estas hojas con frecuencia y pedir a Dios ayuda (...)».

Explicar la Obra

1941. En una ocasión, el Fundador del Opus Dei invitó a la Residencia de Jenner a don Casimiro Morcillo, entonces Obispo auxiliar y luego Arzobispo de Madrid, y pidió a Álvaro que diera una charla en su presencia explicando la Obra. «A don Álvaro naturalmente le costaría hacerlo —era entonces todavía un estudiante de ingeniería—, pues además era tímido y se ponía un poco colorado algunas veces, recuerda don José Luis Múzquiz, pero lo superaba todo a base de gran audacia sobrenatural. Y, con esta misma audacia, explicaba la Obra a personalidades eclesiásticas y civiles, diciendo las cosas con claridad y defendiendo la naturaleza y el espíritu de la Obra, que entonces era muy poco conocida y, a veces, mal entendida».

Un día, José Luis preguntó a Álvaro: “¿cómo te arreglas para decir con esa claridad las cosas a esas autoridades?; ¿no te impone?" Y Álvaro le respondió con sencillez: “me acuerdo de la pesca milagrosa y procuro hacer lo que hizo San Pedro: in nomine tuo laxabo rete. Recuerdo lo que me ha dicho el Padre y me acuerdo de esa escena evangélica".


[1] Apelativo cariñoso con el que entre los alumnos de la Escuela de Ingenieros se conocía a uno de sus profesores